viernes, 15 de agosto de 2008

La piel del nadador

Leer en el colectivo me marea. Me distraigo, me hace doler la cabeza. Leo las cosas dos veces o salteo párrafos. Todo junto. Cuando levanto la vista para ver por qué grita el colectivero, tardo en enfocar. Cuando vuelvo al libro, tardo en enfocar. Cuando quiero ver para la calle, tardo en enfocar y cuando vuelvo a volver al libro otra vez no enfoco y me mareo. Por más que haga fuerza, no puedo evitar marearme.

Algo parecido me pasa cuando me pongo a pelar cebollas. Corto una punta, sujeto con el pulgar y el cuchillo y tiro arrancando un pedazo de piel. Hago lo mismo girando 180 grados la cebolla y tiro desde el otro extremo. Lo que queda adherido, esa pielcita translúcida, finita, entramada, la saco con la uña y ahí es cuando empiezo a llorar. Cierro lo ojos, respiro para otro lado, me seco sin usar las manos. No lo puedo evitar, tengo que cortar y picar la cebolla con los ojos llenos de lágrimas.

Los otros días iba leyendo el diario La Razón, en el 63, para el lado de Flores. Había una nota que comentaba lo de los nuevos trajes de baño que usan los nadadores, el traje que imita la piel del tiburón. Parece que la rugosidad de la tela forma una película de agua que viaja adherida al traje. De esta forma, se mejora el deslizamiento ya que el roce es entre dos capas de agua, una estática (la de la pileta) y la otra en movimiento (la que forma el traje del nadador). Notable.

La cosa es que mientras leía esa nota, como no podía ser de otra manera, empecé a marearme. Entonces, me puse a mirar para la calle. No estaba seguro por dónde íbamos, aunque podía ser detrás de la Chacarita. Cuando pude enfocar la vista, había un grafitti en una esquina que decía: “Luli, lo nuestro es cuestión de piel”. Para sacarme el mareo me puse a pensar y llegué a la conclusión que el que descubrió las ventajas de la piel de tiburón y las aplicó para los trajes de natación pudo ver más allá de lo obvio y, también, que la piel de la cebolla tiene esa cosa translúcida, finita, entramada que nos puede hacer llorar, pero, quizás, mirando a través de ella se pueda ver otra realidad.

Desde ese día no me mareo más cuando leo en el colectivo y tampoco lagrimeo cuando pelo cebollas.
Hilario González

3 comentarios:

Alejandro Güerri dijo...

pieles y pieles: me copa la cadena de asociaciones, cómo una cosa lleva a la otra.

Anónimo dijo...

varias capas de distintas pieles para mirar a trasluz: se intuyen las correspondencias...
copanteª

Velas a Balzac dijo...

Leer es una cuestión de piel –o de lágrimas, no sé.