viernes, 14 de noviembre de 2008

Separación de bienes

Ya ni sé por qué discutíamos aquella noche. Si era por el auto (yo quería venderlo enseguida y Marco no, seguro que para irse en enero de viaje con alguna) o por la biblioteca nueva o por alguna otra cosa, pero estábamos a los gritos en su departamento. De repente se iluminó la ventana, un trueno sacudió el edificio. Se cortó la luz.

Cayó aquí nomás, dijo Marco y fue para la cocina a buscar una vela. Yo salí al balcón. Era un piso veinte, se veía hasta el río. Todavía no había empezado a llover pero ya subía el olor caliente del asfalto mojado. El apagón era grande. Manzanas y manzanas de oscuridad, después Libertador apenas dibujada por los faros de los autos y, más lejos, otra franja negra hasta el río. Ahí brillaba un resplandor, como si algo se estuviera quemando. Era extraña la ciudad sin el cuadriculado de las calles, las copas negras de los árboles tapando las casas, los edificios como esqueletos, huecos por dentro.
Marco no había encontrado las velas. Prendió un cigarrillo y se apoyó contra la baranda. A los dos nos asustaban los apagones en la ciudad. Como chicos, inventábamos historias tristes que sólo podían pasar cuando los departamentos estaban a oscuras o en la luz amarillenta de las velas.

Estuvimos un rato largo, fumando y mirando los relámpagos silenciosos sobre el río. Quien nos va a cuidar ahora, cuando se corte la luz, le dije despacio. Me recosté sobre su brazo.

Retumbó otro trueno cercano y empezó a gotear. Fuimos para adentro, tropezando con las cajas llenas de las cosas que Marco todavía no había desarmado. Nos sentamos en el colchón en el piso, no había cama, nos abrazamos y en la oscuridad todo fue como antes. Afuera diluviaba.

Amaneció gris. En algún momento la luz había vuelto y la lámpara del comedor estaba prendida. Se me había hecho tarde. Tenía olor a humedad pegado en la piel y no iba a poder pasar por casa para cambiarme. Marco tomaba café parado en la cocina. No me ofreció. Tu colchón apesta a perro mojado, fue lo único que le dije mientras salía.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

incluso dándose tregua, no se dan tregua. linda elipsis la de "todo fue como antes". amanece que no es poco.

Anónimo dijo...

después del corte, vuelve a verse todo casi igual.
me imaginé la situación perfectamente

Hilario González dijo...

Me gustó la descripción de la ciudad a oscuras. El hombre (y la mujer) es una máquina que sólo sabe repetir sus procedimientos.

Velas a Balzac dijo...

Como si la lluvia arreglara algo.

Anónimo dijo...

muy bueno el clima logrado
¡ qué pena que la lluvia no alcance para arreglar las cosas,
sería todo más fácil!