viernes, 2 de enero de 2009

Tomates en sartén de hierro

La bolsa es una y de color celeste. La apoyo en la mesa y se inclina a un lado, es que los paquetes envueltos con papel no se mueven en equipo. Así que la cebolla de verdeo sobresale mostrando sus puntas flexibles, las cabezas de ajo quedan en el fondo y los tomates a la izquierda, haciendo contrapeso.

Ojala que llegue temprano, tengo muchas ganas de verla.

El aceite de oliva reacciona en el sartén caliente, hay una emanación casi mediterránea que no anulo con el estractor de aire. Para estos casos uso sartén de hierro: la base está negra por el fuego de hornalla, las asas gastadas y es díficil moverla, pero tiene historia, es herencia y me conecta con la gente que la usó antes.

Es hasta parecida a la que tiene su mamá, la usa para cocinar guisos cuando se reune toda la familia.

Lo primero en caer es el ajo, cortado en láminas, me gusta que se vea, le sigue la parte blanca del verdeo y los tomates perita picados. Revuelvo con la cuchara de madera y en la cocina se instala definitivamente el olor a salsa. Dejo que se haga despacio, con tiempo, hay que seguir pasos, cumplir un proceso de cocción.

A veces me dice que cocino demasiado la salsa, pero a mi me gusta fuerte, me gusta espesa.

De las macetas del patio arranco hojas de albahaca, una ramita de romero y salvia. Cuando me vine a vivir acá, planté hierbas aromáticas en macetones rojizos. Están contra la pared para que les de sol. A la tarde les doy agua con una regadera de zinc.

Dice que le va a pintar una flor, grande y naranja, lo dice como si pensara que no se lo voy a permitir. Por mi que pinte la regadera y todas las paredes.

Vuelvo a entrar a la cocina siguiendo el movimiento de la puerta mosquitero. Vino con la casa, no la cambio aunque raspe el piso cuando cierra. Desde la entrada veo el vapor de la sartén, agrego los ajíes secos, que dejé hidratándose en un recipiente con agua. Ella los trajo de méxico. Tienen un tono oscuro, sanguíneo, y ella dice que los riegan con pólvora, sino no se explica como son tan picantes. Separo dos, dejo a un costado las semillas y los echo al centro de la base de tomates. Le gusta la comida picante.

La cacerola ya está en la hornalla, a fuego lento, le dije que viniera a la 1, pero los domingos hay menos colectivos que los días de semana y si anoche fue a bailar hoy se levanta más tarde. Estoy pensando en el viaje que le toca cuando suena el timbre.

Camino hasta la puerta de entrada, apoyo la mano en el picaporte y por debajo de la puerta, desde afuera, me llega algo de su olor, algo de su perfume.

Jonas Gómez

1 comentario:

Hilario González dijo...

¡Cuántos olores, Jonás! Ya mismo anoto la receta. Muy bueno y gracias por coparte.