viernes, 19 de septiembre de 2008

Las vueltas de la vida


Tiró, tiró y tiró. Tres veces tiró, hasta que me hizo caer y empecé a revolcarme, rebotando contra el andén como una pelota envenenada. Le pegaba al piso y salía disparado en una nueva voltereta, en un ángulo insólito. Revoleaba las piernas y los brazos, despatarrado como un asterisco. Quería agarrarme a cualquier cosa que estuviera firme sobre la tierra, pero no sabía ni para qué lado apuntaba la fuerza de gravedad. Un pie contra el suelo, el codo, un hombro, la frente, el cemento duro, un chichón, otra vuelta y vamos de nuevo, la rodilla, mi cadera, la espalda, el andén me pegó en la nuca, mi mano en mi mentón, autogolpe, perdí la mochila, la vi salir volando, otra vez el mismo codo, ahí o antes me hice la frutilla, segunda mortal y media con tirabuzón, pensaba en las rusitas que ganan medallas por acrobacias como estas. ¿Dónde mierda está el piso? ¿Por qué no paro de una vez? Otro rebote y perdí la cuenta, pero amenguó la velocidad, el vértigo aflojó. Por fin pude abrir los brazos y las piernas, las puse duras y encontré al andén. Flotando en palomita, como la famosa de Aldo Pedro, abracé al piso, tratando de frenar la inercia con el pecho y con la pera para no rasparme el resto de la cara. Mientras me arrastraba de panza, una equis contra el andén, vi unas zapatillas blancas, abotinadas, con los cordones flojos, que se escapaban con la medalla falsa que me había dado mi abuela. ¡Qué tengas suerte, hijo de puta!
Hilario González

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy buena la secuela (secuelas y cicatrices). Me gustó el recurso de seguir con algo y el uso de vínculos.

Velas a Balzac dijo...

Exquisito.

N. H. dijo...

¡Jui, jui! ¡Un asterisco!

Me encantó.