jueves, 18 de septiembre de 2008

Lata sagrada

Para ahuyentar la mufa que me acechaba (desaprobé todo el primer cuatrimestre, mi chica me dejó, me esguincé un tobillo), mi abuela postiza me dio esta imagen en relieve. ¿Viste qué linda la inmaculada con su aura y su tristeza? Y me enseñó el Ave María Purísima, que es un rezo bien cortito. La vieja me previno: Esta medalla me la dio mi madre y ella la heredó de la suya. Cuidala con la vida, llevala siempre puesta y ella te va a cuidar a vos. No quise despreciarla (ya le quedaba poco. Además parecía un objeto antiguo y de valor), y me colgué la cadenita del pecho. Pero resultó de chapa la virgencita (la revisó el Turco), y yeta: me trajo una desgracia tras otra. Si no, no sé a qué atribuirlo. Para vos puede ser muy divertido que te cuente uno por uno los garrones que me comí, o te haga una listita, pero prefiero no recordar esos momentos horribles que no terminan de pasar. La abuela ya no está entre nosotros, llueve hace doce días y San Martín perdió tres al hilo, pero no me animo a revolearla a la mierda. Lo único que me falta es que Dios me castigué. Así que la llevo bien visible y lustradita a ver si un hijo de puta me pega un tirón en el tren o algo así.

Fernando Aíta

2 comentarios:

Hilario González dijo...

Los datos marginales (esguince de tobillo al mismo nivel de mi chica me dejó; la abuela es postiza; la revisó el turco; San Martín perdió) le dan un aire fenómeno.

Quizás el viernes haya una secuela.

N. H. dijo...

Esas cosas pasan...

Creer o reventar...

Me gustó mucho.