lunes, 6 de octubre de 2008

13 minutos de esto

a Los Incas
Estaba sumergido, totalmente fuera de foco, mis ojos cerrados abarcaban kilómetros de espacio. Estaba flotando en una realidad viscosa, suave y clara, pero a a veces unas partes más oscuras me sorprendían.
También había algo duro, aunque por alguna razón no parecía extraño encontrar algo duro ahí, era como esos pedazos de fruta que a veces se cuelan enteros en la pulpa. De todas formas decidí investigarlo. Lo primero que hice fue tocarlo con la punta de los dedos, y sentí como una mordida en la yema, que no duele mucho, pero de repente todo se transforma en un amanecer a contramano y un filo de luz hace que todas mis neuronas choquen y queden aplastadas contra el fondo de mi cráneo. Creo que abrí los ojos.
Me quedé un buen tiempo quieto, acostumbrándome a la nueva luz, mirando fijamente el pedazo de fruta oscura que había rechazado mi dedo. De a poco recuperé mi vista y, mirando fijamente, descubrí que lo que tocaba no era una fruta, sino la cabeza de una señora bajita, lo que me había mordido la yema era una evilla que tenía en el pelo, y la pulpa en la que flotábamos era una masa de gente apurada viajando en subte, todos ahí para ahorrarnos 13 minutos de esto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

arranca abstracto y se materializa
a qué darle crédito?

N. H. dijo...

jaja, buenísimo tocarle la cabeza a la vieja