viernes, 24 de octubre de 2008

Una chanchada

Sebastián Romero vino con la novedad. Miren. Y peló dos hojas de una revista. Fue la primera vez que vi una mina en pelotas. Se las afané a mi viejo. ¿Qué hacía tu viejo con esto? ¡Ja! No bolú, en la ferretería usan hojas de diarios y revistas para envolver tornillos o cosas chiquitas. Gongui, Ensalada y yo manoteamos las hojas. Uy loco. Mirá esto. Mi hermano Roque me contó que no se qué y guarda que viene la de gimnasia. Las minas desnudas quedaron en mi mano. Doblé las hojitas en cuatro, hice como que me sonaba los mocos y me metí los papeles en el bolsillo de atrás del pantalón. Los chicos se dispersaron, la mina pasó de largo. Sonó el timbre. Hubo que formar y subir a las aulas.

La vieja de historia estaba imposible. Pasaba el dedo mortal sobre la lista. Sentí que me iba a llamar. Si le decía de ir al baño me condenaba solo. Le pedí a Luli un poco de su agua mineral y me mojé los pantalones. Ya está. Caminé decidido, tapándome con el saco. Le dije a la vieja que me sentía mal y que había tenido un accidente. Abrí el saco para que viera el pantalón mojado. Puso cara de asco y me dejó salir. Vi que hizo una marquita en la lista, al lado de mi nombre. No era necesario, ya sabía que en la próxima era una fija. Cuando cruzaba la puerta le saqué la lengua a Ensalada. Sus labios decían: qué hijo de puta.


En el pasillo al baño un olor a fritanga me revolvió el estómago. La gorda Dora estaba cocinando pescado para el mediodía. Tuve nauseas. De pedo alcancé a embocar en el lavatorio. Vomité todo, de golpe. En la última arcada sentí que se me iba el intestino. Corrí al inodoro, pero no llegué a tiempo. Lo primero en salir me manchó toda la parte de atrás del pantalón. Después sí, pude sentarme y seguir normalmente. Cuando estuve seguro de haber terminado me saqué el pantalón, el calzoncillo, un estropicio. Fui al lavatorio a tratar hacer algo. Me acordé de las hojas de la revista, ya no servían para nada. Las tuve que tirar por el inodoro. Estrujé la ropa y me la puse, así, mojada. Estaba débil, me fallaban las piernas. Bajé la tapa y me senté. Me quedé ahí hasta que tocó el timbre. Enseguida vienieron los pibes. Safaste, pajero de mierda. ¿Ya usaste las fotos? Damelás. ¿Cómo que las tiraste? No me creyeron y encima me cagaron a patadas. No pude defenderme.


A la siguiente clase de historia la vieja no me llamó. Una lástima, me sabía todo.

Hilario González

3 comentarios:

Anónimo dijo...

pintaba placer y terminó en angustia,
me solidarizo, compañero,

fernando

Anónimo dijo...

Qué linda palabrita "estropicio".
Pobre chabón, no le salió ni una bien. La historia me recuerda un viejo proverbio chino: "nunca mezcles crudo con frito"

Hilario González dijo...

El provervio es de (restorán) chino?