domingo, 19 de octubre de 2008

Crudo

Una mina, ¿qué digo una mina? cuatro eran, sí, en total eran cuatro, vienen y me encaran. En realidad, no a mí sino al Rulo, el Rulo que, bueno, luquea como si fuese a salir en la tele a cada instante. Yo estaba ahí al lado, en la mía, un poco pintado al óleo porque las minas estaban todas enruladas, meta cómo te llamás, de dónde sos, qué hacés. Muy como hablan allá, nada que ver con la forma nuestra, y el Rulo que pin que pan, sí, ah ja ja, increíble. Tiene un don para la parla el wacho, la para de pecho y la clava al ángulo. En eso una, la más petisita, yo estaba distraído como te dije, me entra a tocar el codo con el meñique. Casi la saco cagando pero de toque me entró a gustar. ¿La mina? No, no mucho. Tampoco era un bagre pero... ¿sabés a quién me hizo acordar? A la ex de Mauro. No, mucho menos fea. Y subía y bajaba con el meñique, toda la superficie del codo rozaba, los plieguecitos esos, toda la dureza tocaba y en un momento, plaf, no te imaginás qué enchastre. Cuando abrí los ojos, lo veo al Rulo con las otras tres hecho un dandy, así que me fui a la barra con la peti y me pedí otro.

1 comentario:

Hilario González dijo...

El muchacho se acomoda enseguida a la situación que le toca: las 4 minas, la petisa, lo del codo, lo del... "trago volcado"(quizás?). Jeje. Está bueno.

Me gustó el registro.

Se lee con tu voz.