Un japonés con la cara blanca maquillada,
el cuerpo transparente, los órganos a la vista,
tiene un disparo en la palma de la mano
-la misma palma, la misma mano
de donde extrajo un sugus
confitado enorme, sueños atrás;
en la que estuvo pegada una paloma
que destrozó contra el marco de la ventana
hasta desprenderla-, roja de sangre la mano
y una solución que llega de una voz:
la llave está en el interior.
Emerge del corazón un hombre pequeño
que anuncia el fin del mal
y se disulven los órganos
en una transparencia
aún mayor.
3 comentarios:
Tiene pulgar oponible, por lo tanto se trata de un ser humano.
parece un fina feliz
pero qué cagazo!
Y así nació la bandera de Japón, claro.
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