miércoles, 8 de octubre de 2008

No lo conozco



Un japonés con la cara blanca maquillada,
el cuerpo transparente, los órganos a la vista,
tiene un disparo en la palma de la mano
-la misma palma, la misma mano
de donde extrajo un sugus
confitado enorme, sueños atrás;
en la que estuvo pegada una paloma
que destrozó contra el marco de la ventana
hasta desprenderla-, roja de sangre la mano
y una solución que llega de una voz:
la llave está en el interior.

Emerge del corazón un hombre pequeño
que anuncia el fin del mal
y se disulven los órganos
en una transparencia
aún mayor.

3 comentarios:

Hilario González dijo...

Tiene pulgar oponible, por lo tanto se trata de un ser humano.

Anónimo dijo...

parece un fina feliz
pero qué cagazo!

N. H. dijo...

Y así nació la bandera de Japón, claro.