jueves, 30 de octubre de 2008

Los muchachos

Quique está en el lugar de siempre. Hora del vermú, los muchachos todavía no llegaron. Sobre la mesa, el Gráfico y, cosa rara, la Playboy, nuevita.
- La pleiboi ya no viene como antes – dice Quique ni bien me siento. Y al rato:
- Te acordás del quiosco del Colo?
Como no me voy a acordar. Ahí nos juntábamos a la salida del colegio, Quique, yo y varios más, y el hijo del Colo le afanaba la Playboy al viejo, no sé como hacía. Todavía me lo acuerdo al pelirrojo, como la sacaba del celofán, despacito, y nosotros amuchados atrás, a los empujones, mirando por sobre los hombros de él, y él pasando las hojas brillantes, una por una. Ni tocarla nos dejaba el muy turro. Después, con cuidado, la metía de vuelta en el plástico, el viejo ni se enteraba.
Quique se sonríe.
-Lo que era eso, te acordás, las mil y una noches, era. Que minas, mamita, que minas.
Me pongo a mirar las fotos.
- Fijáte ahora. –me dice.- Las tetas como globos tienen. Y abiertas de gambas, que ni que estuvieran en el circo. Todo muestran. Todo. Hasta las amígdalas les ves, y no se te mueve un pelo.
-De plástico –le digo - si son de plástico.
- No sé si es que ahora a las de las fotos las eligen mal. O es que las minas ya no son lo que eran. A vos que te parece?
Qué me va a parecer.
-Mirá que son años que me siento aquí, la misma esquina, la misma hora. Las miro pasar. Antes todas estaban buenas, te juro. Las pendejas, las jovatas, la de carita inocente, la que movía bien el culo. Te juro que no sabía para donde mirar, que todas estaban para darle. Mirá ahora.
Señala para la vereda.
- Noréxicas las chicas, vestidas como mamarrachos, pena dan algunas.
-Y las más viejas ni que hablar, unos bagayos.
-Te juro que en toda la tarde, las que están buenas te las cuento con los dedos de la mano.
Se queda un rato callado.
-Decí que está el vermú -le digo, por decir algo.
-Si te descuidás, ni eso. Que las aceitunas a veces tienen un gusto amargo. Y el cinzano no tiene el saborcito de antes. Para mi que el gallego le mete agua.

Lo miro, me mira. La puta que es feo hacerse viejo.

4 comentarios:

Hilario González dijo...

¡Qué bueno! Es verdad, eso de hacerse viejo le cambia el gusto a las cosas... ¿o es al revés?

N. H. dijo...

Muy bueno. Me gustó cómo conseguiste convertirte por un rato en un baboso viejo y no en un viejo baboso.

Me encantan tus cosas.

Anónimo dijo...

Lo que permanece entre los dos momentos es que a las mujeres se las mira y no se las toca. Muy lindo el vermú como motivo de reunión.

Velas a Balzac dijo...

Desde el otro lado, aplaude Fontanarrosa...