viernes, 19 de diciembre de 2008

El búfalo

Desde hacía una semana, en el palier de entrada de mi edificio había olor a podrido. El primer día pensé que eran las bolsas de basura que estaba sacando Fermín, el encargado. Pero la insistencia del aroma me animó a preguntar. Fermín dijo que el técnico ascensorista había revisado el fondo y no había visto nada pero que, sin lugar a dudas, el hedor provenía de las profundidades de la planta baja. Calculaba Fermín que podía tratarse de una paloma o gorrioncito muerto o de una bolsa de basura que un malintencionado habría arrojado por el hueco. Yo optaba por la segunda opción: es prácticamente imposible que una paloma o gorrión se aventuren por el palier cuando la puerta se mantiene cerrada con llave las 24 horas. Yo también había formado mi propia versión: una rata muerta era más factible.
Dos días después, el técnico ascensorista vino a hacer la revisión mensual de los tres ascensores del edificio. Una vez que se retiró, fue evidente que no se había ocupado del pestilente problema. Me impacienté.
Aproximadamente a las 12 de la noche, Fermín duerme y la gente deja de entrar y salir con cierta frecuencia. Bajé en el ascensor hasta el primer piso, y ahí lo trabé. Escalón tras escalón, llegué a la planta baja. Armado con un destornillador vencí la fuerza de la puerta tijera. Salté al fondo y encendí la linterna que llevaba en el bolsillo del pantalón. Apunté a mis pies: nada. Apunté en el sitio debajo del segundo ascensor: nada. Apunté en el sitio debajo del tercer ascensor: algo.
Lo que aún no logro entender es cómo había llegado allí, pero estaba allí: era un perfecto búfalo, con sus cuernos, sus pelos y su color pardo, muerto y desangrado debajo de nuestros ascensores. Tampoco consigo abordar la nota que llevaba adherida al cuerno derecho: “No soportaba más. Perdón por todo. El Búfalo”. Até una soga gruesa a su cuello y, con muchísimo esfuerzo, lo arrastré fuera del fondo de los ascensores. Lo saqué a la calle y enseguida aparecieron los basureros, que contaron hasta tres, lo levantaron y lo arrojaron adentro del camión. No preguntaron nada. Volví el primer ascensor a la normalidad y me fui a dormir.

4 comentarios:

Hilario González dijo...

¡Qué baranda!

Tipo decidido: hay que levantar un búfalo.

Muy bueno lo surrealista.

Velas a Balzac dijo...

¿El Búfalo? ¿Así no le decían al gordo del 4C? Hace mucho que no lo veo...

jonas dijo...

¨algo huele mal en dinamarca ¨

así decía la cita?

está bueno el cuento...

bueno, llegué, hilario y cia.
volveré a pasar, si quieren después pasen por el blog, hay links a otros espacios, como para abrir el juego.

saludos.

Ñusléter dijo...

¡Lo que debe oler un búfalo muerto!