miércoles, 10 de diciembre de 2008
Playero
Lo primero que hice fue ir a la playa con mochila y todo. La arena caliente me alegró y el mar frío terminó de excitar. Pero dudaba si dejar las cosas abandonadas en la arena para adentrarme en las olas. Ahí fue cuando Vero y sus amigas (todavía no conocía su nombre) se ofrecieron a cuidármela. Sonreí como un tarado y agradecí varias veces, demasiadas, siempre mirándola a ella. Sus amigas se rieron.
Me metí al mar confiado. Entonces las chicas se sacaron las ropas y se pusieron a tomar sol desnudas.
Cuando estaba saliendo, aparecieron los tipos. Ya era demasiado tarde: las chicas vieron mi cuerpo escultural y empezaron a gritarme cosas. Se ve que, aunque hablaban español, no querían decir exactamente lo mismo que aquí, y no terminé de entender.
A ese punto yo sólo quería mi mochila, la señalaba. Ellas se reían; los tipos no. Entonces les dije a todos, apuntándolos con el dedo: "¿Quién se banca un mano a mano?"
Se me vinieron todos al humo. Tres me agarraron y el resto empezó a cavar un pozo.
"Eh, aguanten, che", dije, a ver si lo argentino les caía simpático. Pero no.
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2 comentarios:
A veces la argentinidad no salva.
Hay otro viaje que termina a las piñas. A pesar de la golpiza, buenísima aventura. Si vivís para contarla, claro.
¿Y se enteró del nombre de la chica adentro del pozo?
Parece que el recurso "Argentina, Maradona" no funciona siempre.
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