sábado, 13 de diciembre de 2008

¡¡Historia!!

LLegamos juntos, nos fuimos separados. Ese podría ser el título del calvario que atravesé durante los últimos cinco meses a causa de mi apresurada decisión de viajar con un idiota. Al principio la consigna era sencilla: estar un sólo día en cada ciudad o pueblo y tomarse un tren hasta la siguiente parada. No llevar a nada ni nadie con nosotros: impregnarnos al máximo de cada lugar y punto. Pero claro, ya lo dije: viajé con un idiota.
Me cansé de decirle que se tranquilizara, pero ni pelota; para colmo el segundo día empezó a tomar yagé.
Me confundía con el gurú indígena de las selvas latinoamericanas, así que agarré las valijas y me fui.
Lo malo es que al llegar a la frontera descubrí que el pasaporte que llevaba en el bolso era el del idiota, y no tenía idea de como ubicarlo.
Así que fotocopié el documento, hice una ampliación y empecé a pegar la foto del idiota por todos los postes, paredes y vidrieras.
Con tal mala suerte que la policía lo andaba buscando por vender falopa.
Me llevaron en cana por las dudas como cómplice o testigo, después se vería. "Las preguntas las hacemos nosotros", me dijo uno y me puso un bife.
Mi pregunta era una sola: ¿Adónde mierda está este idiota?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

qué gran plan inicial, qué pena el idiota pero ¿quién le quita lo andado?

N. H. dijo...

Ay, este idiota jodió todo. Pero nos facilitó una linda historia.