Me habían dicho mil cosas maravillosas sobre el lugar pero, ni bien pisé, me sentí por demás decepcionado. Es que me había hecho la idea de que llegaría a una especie de paraíso y la verdad... Esa plaza de pueblo con iglesia, municipalidad, teatro y comisaría no prometían más que embole.
“Al mal tiempo buena cara”, dije y me uní a un grupo de hippies tomando mate. A la semana ya sabía tejer con hilo de cera y hacer malabares. Me ganaba las monedas en la Terminal vendiendo mis primeras artesanías y ya había aprendido a liar fasos.
La barba y el pelo me crecieron relativamente rápido. Me vi a mí mismo como un hombre-camaleón, capaz de adaptarse a cualquier entorno. “Soy Zellig”, me dije, y eso me puso contento.
Así, eufórico, llamé a casa para saber cómo iba todo. Hablé con mi viejo:
- Rodolfo está en cana y tu hermana quedó embarazada.
La filosofía hippie me impulsó a prender uno y olvidarme de ellos. Ya me veía en camino a transformarme en uno de esos cincuentones patéticos , de colita y pelo gris. Y, a decir verdad, la idea me encantó y empecé a planear superar a mis hermanos: yo solito y solo caería en cana y además embarazaría a una pendeja.
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4 comentarios:
Me dan ganas de hacerme jipi después de leerlo. "Hombre-camaleón" me mata.
A la semana ya sabía tejer con hilo de cera y hacer malabares.
Esa frase es brillante.
Se escribe hippie, pero se pronuncia jipi o gipi.
es un riesgo permanente en ciertos destinos, tentador
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